Te damos la bienvenida a una guía de viaje en la que descubrirás 4 países: Guatemala, Bolivia, Cuba y Costa de Marfil. Para ello te proponemos un itinerario a través de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha propuesto en el año 2015. Tenemos hasta el 2030 una meta: lograr un mundo mejor para todos sin dejar a nadie atrás.
Guía de viaje [guía·wjbke]
Dícese de un libro para personas viajeras que proporciona información sobre un área geográfica o un itinerario en particular.
Voilá! Esto es exactamente lo que tienes entre manos.
Descubre a las protagonistas
- Akissi
- Yoel
- Izamal
- Nina
Conoce un poco más de Akissi
- Origen
- Familia
- Amigos
- Características personales
Vive en el pequeño poblado de Meneké, en el sudoeste de Costa de Marfil.
Vive con su madre, sus cuatro hermanos y su abuelo Koffi, con quien tiene una relación muy especial y le encanta escuchar sus historias, sin duda las mejores de toda la aldea.
Akissi tiene buenos amigos, siempre saca tiempo para poder disfrutar de su compañía. Sobre todo con Moussa y Aïssaitou, aunque en la aldea todos se llevan muy bien.
Akissi se caracteriza por tener siempre los ojos abiertos a los demás, viendo dónde puede aportar ella su granito de arena. Le encanta pasar tiempo con su gente, escuchar historias, música y sobre todo cantar. Su mayor preocupación es la dificultad en el acceso a una atención médica de calidad para los que le rodean.
Conoce un poco más de Yoel
- Origen
- Familia
- Amigos
- Características personales
Vive en El Cobre, un pequeño poblado de la Isla de Cuba.
Yoel vive con su madre, su padre, su hermano pequeño Manuel y su tía Caridad, siempre entregada a los más pequeños del poblado. Otro integrante indispensable de la familia es Vivi, una cotorra que siempre canturrea contenta y que no quiere perderse un detalle de lo que pasa a su alrededor.
Es fácil pasar tiempo con Yoel, es tan alegre y divertida, además siempre puedes contar con ella por eso tiene grandes amistades. Sobre todo su amiga Gisela, compañera de escuela y de aventuras.
Yoel siempre está dispuesta a ayudar, se pone en el lugar de los demás y se las ingenia para poder hacer un poco más felices a quienes le rodean. Es capaz de ver el valor de las pequeñas cosas y valorar la diversidad de cada persona, considera que es maravilloso que seamos diferentes, es lo que más nos enriquece.
Conoce un poco más de Izamal
- Origen
- Familia
- Amigos
- Características personales
Vive en San Juan La Laguna, un pueblo en las proximidades del lago Atitlán en Guatemala.
Izamal es la mayor de seis hermanos, todos ellos viven con su madre a quien Izamal ayuda en las tareas del hogar y el cuidado de sus hermanos. Su padre, que también vive con ellos, es pescador en el lago desde hace mucho tiempo.
Izamal se lo pasa en grande jugando con sus hermanos y además siempre los acompaña su amigo Diego. Es divertidísimo pasar el rato con ellos, se le pasa el tiempo volado.
Izamal tiene una personalidad muy activa, es una persona despierta, nunca para quieta y siempre encuentra la manera de aprender cosas nuevas. Aprender… No hay cosa que le guste más, acostarse cada noche sabiendo algo nuevo, creciendo como persona. Una de sus mayores inquietudes es la educación, la concibe como una puerta al futuro y un abanico de oportunidades al que todo el mundo debería tener acceso.
Conoce un poco más de Nina
- Origen
- Familia
- Características personales
Nina vive en Bolivia, en una preciosa aldea que se encuentra junto al río Saychuma, entre las montañas andinas.
Vive con su madre, muy implicada en sus hijos, también se dedica a las tareas del hogar; con su padre que trabajaba en el cultivo y con sus dos hermanos pequeños, que aunque son un poco traviesos le encanta jugar con ellos.
Nina tiene una sensibilidad especial por la naturaleza, sabe que vive en un lugar de una belleza inigualable y que para mantenerlo hay que cuidar del medioambiente y de todos los seres vivos que lo conforman.
Descubre el cuento y el contexto detrás de cada ODS
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El balón de mil colores
En un lugar llamado Meneké se encuentra la tribu de los Krumen, también conocidos como ‘los Kru’. Viven en Costa de Marfil, un país de África lleno de caminos de arena roja y palmeras verdes infinitas.
Akissi es una niña Kru que vive con su madre, su abuelo y sus cuatro hermanos. Le encanta pasear por la playa que está frente a su casa. Mientras observa el inmenso océano, su abuelo Koffi le cuenta historias de Meneké que ella escucha muy atenta.
Pero hay una historia que a Akissi no le gusta. Dice su abuelo que hace muchos años quisieron entrar en el poblado unas personas que llegaban en barco desde tierras muy lejanas. Cuando intentaron amarrar sus barcos, los Kru de aquella época no les dejaron pasar, pues se asustaron al ver su color de piel blanco. Desde entonces, decía su abuelo, hay muchos libros que cuentan que Meneké es ‘la costa de la mala gente’. Akissi nunca ha entendido por qué les llaman así, pues ella siempre ve a la gente feliz en Meneké y, si llega alguien de fuera, le reciben con su tradicional ‘kolá’, la bienvenida Kru para toda persona invitada.
Un día, Akissi fue corriendo a casa para decirle algo muy importante a su abuelo Koffi. Durante la mañana en la escuela, ella y sus amigos habían tejido con telas de colores un balón para que, por fin, todos los niños y niñas de Meneké tuvieran un balón y pudieran jugar.
«¡Abuelo Koffi!», gritaba Akissi por el camino, «esos libros que dicen que Meneké es la costa de la mala gente, ¡no tienen razón!». El abuelo Koffi, con una sonrisa, le contestó: «claro que no, mi niña, claro que no tienen razón». A lo que Akissi respondió: «¡deberíamos llamarnos ‘la costa de la buena gente’ porque hoy, en la escuela, con mis amigos hemos conseguido que los niños y las niñas estén felices al jugar con un balón de verdad!».
¿Por qué Akissi no tenía balón para jugar?
Datos que te servirán para plantear esta reflexión en grupo:
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El pastel de cumpleaños
En la parte izquierda del mundo, flotando sobre el océano Atlántico, está Cuba; y en Cuba, hay una poblado llamado El Cobre; y en El Cobre, una casita de madera con porche de madera y tejado de paja; y en ella, una niña llamada Yoel.
Yoel vivía con su madre, su padre, su tía Caridad y su hermano Manuel. En el porche de madera, en una esquina, muy cerca de una silla de color azul, colgando del techo, había una jaula. En la jaula vivía contenta una cotorra a la que todos llamaban Vivi, nombre que venía de ‘superviviente’. Y es que Vivi, siendo un pollito, se cayó del nido y, a pesar del trompazo, tuvo fuerzas para enfrentarse a un gato que, con un arañazo, le dejó medio muerta.
Yoel creció y creció y creció y, al igual que Vivi, aprendió un montón de palabras de labios de su madre y de su padre y de su tía Caridad. Y en la escuela de El Cobre aprendió otras palabras: amistad, alegría, generosidad…, y otros nombres, muchos nombres.
Un día, Gisela, su mejor amiga, le susurró al oído: «Yoel, mañana es mi cumpleaños y mi madre me ha dicho que un día, en carnavales, me hará un postre. Ese día te invitaré, ¿vale? así celebraremos mi cumple y carnavales a la vez». Cuando terminó la escuela, Yoel corrió hasta su casa llena de ilusión: «Mamá, mañana es el cumpleaños de Gisela y quiero hacerle un pastel».
La madre de Yoel dirigió una mirada al puñado de arroz, al vasito de aceite, y al único huevo que quedaba. Con eso debían arreglarse hasta el día que tocara ir a la bodega. Pero la madre de Yoel no dudó y enseguida dijo: «¡Claro, haremos un pastel!».
Por fin llegó el día de soplar sobre el pastel sin velas y todos pidieron un deseo y al momento Vivi gritó: «¡¿Qué pasaaa?!».
¿Por qué la mamá de Yoel tenía tan pocos ingredientes para el pastel?
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De mayor seré doctora
A dos horas de Meneké se encuentra el pequeño hospital de Grand-Béréby. Un día, el mejor amigo de Akissi, el travieso Moussa, fue para que le curaran el dolor de tripa que tenía tras haber bebido agua del pozo.
Después de varias semanas sin ver a Moussa en la escuela, Akissi se empezó a preocupar, así que decidió ir a visitarle. Emprendió el camino a pie y, cuando llegó al hospital, se asustó: había muchísima gente por todas partes, infinitas colas, mucho ruido y personas enfermas pidiendo ayuda. Akissi preguntó por su amigo Moussa a una mujer que estaba en la puerta. Cuando llegó a la habitación se puso feliz al ver a su amigo tan recuperado. Estuvieron hablando y riendo durante un largo rato.
Akissi le preguntó a Moussa que, si estaba tan recuperado, por qué no había vuelto antes a Meneké. Moussa le explicó que el doctor no había podido atenderle hasta esa misma mañana. «Mírale» señaló a un señor con una bata blanca «, es ese señor de ahí… ¡siempre va corriendo de un lado a otro!».
Akissi le observó y se entristeció… pensó que, si el doctor tuviera más ayuda, Moussa habría vuelto a Meneké mucho antes y, además, toda la gente que había en los pasillos del hospital ya estaría atendida.
«¡Tengo una idea!» exclamó Akissi. Se levantó y corrió a la entrada del hospital. Muy decidida, empezó a preguntar: «¿Quién ha venido de acompañante? ¿Quién no está enfermo?». Varias personas levantaron la mano. «¡Vengan conmigo! ¡Les necesito!». Rápidamente, Akissi organizó a la gente que estaba en la sala de espera repartiendo varias tareas que ayudaron al doctor a hacer más rápido su trabajo. Volviendo a casa pensó: «Ya sé lo que quiero ser de mayor, seré doctora, pero ¡eso sí!, ¡tendré muchos compañeros y compañeras!» y, sonriendo, pensó en lo feliz que se iban a poner sus amigos al saber que Moussa pronto volvería a Meneké.
¿Por qué el doctor no tenía más ayuda?
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Manuel quiere ir a la escuela
Como todas las mañanas, el hermano de Yoel, Manuel, se quedaba protestando en el porche. «Manuelín, eres pequeño aún. Te lo pasarás muy bien aquí» le decía su hermana. Y allí se quedaba el pequeño esperando a otros niños y otras niñas, algunos más pequeños que él.
Y es que la tía Caridad, como otras señoras del poblado, cuidaba a un montón de niños y niñas que vivían muy cerca. A los niños les gustaba ir a casa de Yoel porque allí tenían a la tía Caridad y a Vivi, que en cuanto empezaba el jaleo gritaba: «¡¿Qué pasaaa?!».
Ninguno de los niños tenía edad para ir a la escuela, pero todos tenían edad para correr y gritar. Había momentos de gran alboroto y solo se hacía el silencio cuando la tía Caridad se sentaba en la silla mecedora del porche y, como por arte de magia, callados y expectantes, se apretujaban para escuchar las magníficas historias que la tía sabía contar. La que más les gustaba era la de un pájaro zunzun, tan pequeño, tan pequeño, que vivía en una caja de fósforos…
Pero Yoel sabía que Manuel no se lo pasaba muy bien y que la tía Caridad no tenía fuerzas y estaba muy cansada porque ya era muy mayor.
Un día Yoel tuvo una idea brillante: «En la escuela se podría arreglar algún lugar para que fueran los más pequeños del poblado». Así, se armó de valor y se lo propuso a su maestra. «Yoel, has tenido una idea excelente, pero…, todas las aulas están ocupadas. Se me ocurre que los pequeños pueden venir a la hora del recreo y entre todos les cuidaremos. Mañana lo hablaré con el director, a ver qué le parece».
Aquella noche, Yoel se durmió pensando: «¿De verdad la tía Caridad podrá descansar? ¿De verdad los niños y las niñas lo pasarán bien? ¿De verdad Manuel aprenderá más?» Y es que, la verdad, Yoel no estaba muy convencida.
¿Puede la tía Caridad responsabilizarse de la educación de los niños y niñas?
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El secreto de Izamal
En las inmediaciones del lago Atitlán, en Guatemala, existe un pueblo llamado San Juan La Laguna. Este pueblo está formado por casitas muy coloridas y alegres. En una de ellas vive Izamal con su familia. Es una niña muy despierta e inquieta, la mayor de seis hermanos varones, que cada día ayuda a su mamá en las tareas del hogar.
Todas las mañanas, después del café del desayuno, tío Santiago lleva a los hermanos de Izamal a la escuela. A los chicos les gusta el paseo en tuc tuc que les da tío Santiago. Los dos pequeños se quedan llorando en casa porque también quieren montar en tuc tuc. «No lloréis» les consuela Izamal. «Cuando cumpláis cinco años iréis todos los días de paseo a la escuela».
Cada día Izamal se queda en casa con el morro un poco arrugado porque quiere ir a estudiar al igual que sus hermanos. Los pies para andar, las manos para trabajar y la cabeza para saber, pensar y estudiar, se repite a sí misma cada día, pero ella no puede porque es una chica.
Izamal, con sus 8 años, recoge y limpia la casa, cuida a sus hermanos pequeños y ayuda a su mamá a preparar frijol volteado, tamales y enchiladas para el almuerzo. Cuando terminan, mientras mamá fabrica artesanalmente hilos de colores para tejer, Izamal se dirige a su habitación y devora el libro de historia y geografía que cogió una tarde de la escuela. Para ella éste es el mejor momento del día, el que más disfruta y el que espera con gran ilusión.
Por las tardes, a sus hermanos les gusta ir al trampolín de San Marcos a saltar. «¿Vienes con nosotros Izamal?». Ella declina la invitación y con verdadera devoción se dirige a la escuela a escondidas donde aprende de las paredes y de cada rincón.
¿Por qué Izamal no va a la escuela?
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La magia de la lluvia
Akissi se levanta cada mañana muy temprano. Cuando aún no ha salido el sol, camina junto a su madre durante dos horas para llenar su cubo de agua en un pozo cercano. A Akissi le encanta pasar tiempo con su madre, aunque a veces le da un poco de miedo la oscuridad de la noche. Para que esté tranquila, su madre le canta canciones en bété, el idioma Kru. Su canción favorita se llama Ayo Na Da, Né You, que significa ‘hola mamá, ¿quieres agua?’. Al regresar, Akissi sigue ayudando a su madre en las tareas de la casa antes de ir a la escuela.
Durante las primeras horas de clase, Akissi siempre está muy cansada. Una mañana, sin querer, se quedó dormida sobre el libro que estaban estudiando. Antes de que el profe Amadou le despertase algo enfadado, Akissi tuvo un sueño que deseó que fuera realidad. Soñó que el pozo de agua al que tenían que caminar estaba junto a su casa y que, entonces, cada mañana se podía despertar cuando ya era de día.
Cuando terminó la escuela, comenzó a llover con mucha fuerza. Todas las personas en Meneké salieron de sus casas para bailar y celebrar: ¡hacía un año que no llovía! Akissi pensó: «¡Mi sueño se ha hecho realidad! ¡El pozo ha llegado en forma de lluvia!». Corriendo, fue a buscar a Moussa y al resto de sus amigos, les repartió unos cubos vacíos y les dijo: «¡vamos a guardar el agua de la lluvia en estos cubos!». Cuando estuvieron llenos, Akissi fue a avisar a su madre cantando: «Ayo Na Da, Né You, hola mamá, ¿quieres agua?».
Su madre, sorprendida, le explicó que el agua de la lluvia está muy sucia y que tendrían que ponerla en una olla a calentarse durante mucho tiempo. Pero, feliz, se alegró de que su hija aprovechara la magia de la lluvia.
¿Qué sucedería si el sueño de Akissi fuera realidad?
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La caja mágica de Inti
Hay un sitio donde el gran sol se esconde detrás de la montaña, cubriendo de un intenso naranja todo el cielo. Allí vive Nina, en el país con los mejores atardeceres del mundo, Bolivia, o por lo menos eso es lo que siempre le decía su padre. Su casa se encuentra en medio de las montañas andinas, a la orilla de un gran río. Ella es la mayor de tres hermanos. Su madre se ocupa de las tareas del hogar, y su padre trabaja en el cultivo.
Un día, Nina llegó de la escuela tarde. La noche se le había echado encima. Ya no había luz suficiente para hacer la tarea que su maestra Zunilda le había dado. En casa tenía dos farolillos con velas, pero su madre los necesitaba para preparar la cena. Una vez más tendría que ir a la escuela sin la tarea hecha.
Después de cenar, Nina se acostó bastante preocupada. Esa misma noche, en sus sueños, se apareció Inti, así es como se le llama al sol en el idioma quechua. Éste le preguntó por qué estaba tan triste. Nina le explicó lo ocurrido e Inti decidió ayudarle. Le regaló una caja mágica en la que podría guardar sus rayos de sol por el día y utilizarlos por la noche.
Por la mañana, cuando Nina despertó, dejó la caja mágica abierta al lado del cultivo de su padre, donde los rayos de sol daban todo el día. Cuando regresó del colegio, la recogió y fue a su habitación para hacer la tarea. Un día más, no había luz suficiente, así que recordó lo que Inti le había contado en su sueño y se decidió a abrir la caja mágica. En ese momento salieron unos rayos de luz que iluminaron toda la habitación. De esa forma, Nina pudo llevar la tarea a la escuela.
¿Por qué Nina no puede hacer la tarea sin la caja mágica?
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Un puesto en el mercado
La madre de Akissi trabaja en el mercado de San Pedro, una pequeña ciudad a la que llega cada día tras tres horas de camino en una vieja camioneta. Como antes hacía su abuela, su madre vende pan en un pequeño puesto situado en el centro del mercado y rodeado de otras mujeres que venden frutas y verduras.
A primera hora de la mañana, su madre monta el puesto de pan con cañas de bambú y una lona que la protege del sol y la lluvia. Al anochecer, recoge todo y vuelve a Meneké en la vieja camioneta. Cuando llega a casa ya es tarde y todos están dormidos. Pero, un día, Akissi se despertó al escuchar a su madre entrar por la puerta llorando. Rápidamente se levantó y fue a darle un abrazo. Su madre le explicó que, por la fuerte lluvia que había caído, la lona del puesto se había roto, se había mojado todo el pan y no había podido vender nada.
Aquella noche, Akissi se fue a la cama pensando cómo podría ayudar a su madre. ¡Ya lo sabía! Le diría que dejara de vender pan y empezara a vender frutas porque, aunque llueva, no se ponen malas por estar mojadas. Cuando se despertaron para ir a recoger agua le contó su idea muy entusiasmada. «Hija mía, este oficio lo hemos aprendido en nuestra familia de generación en generación» respondió su madre.
Durante varios días, la madre de Akissi volvía a casa triste. Seguía lloviendo, la lona estaba rota, el pan se mojaba y no vendía nada. Lo que ella no sabía es que Akissi había estado tejiendo una nueva lona para su puesto de pan.
Al verla, su madre exclamó: «¡Pero qué alegría más grande!». Feliz, su madre volvió a vender pan en el mercado. A Akissi le encantaba ver a su madre tan contenta, aunque, en realidad, lo que ella hubiese querido es construir una tienda en la que su madre se sintiera segura.
¿Por qué el problema no es que el pan se moje?
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El río Saychuma
Nina dormía cuando, de pronto, le invadió un olor a café muy intenso. Esa era la señal que le indicaba que era la hora de levantarse. Su madre estaba preparando el desayuno a su padre. «Nina apresúrese, hoy hay harta agua» dijo su madre. Era época de lluvias, y aunque la escuela estaba enfrente de su casa, el río Saychuma cruzaba por medio. Debían darse prisa, a Nina y sus hermanos les esperaban dos horas de caminata hasta la escuela, y días como ese de tanta lluvia se formaba mucho barro y el recorrido se podía alargar.
Cuando llevaban pocos metros recorridos, su hermano pequeño resbaló y cayó al suelo. Entonces, Nina entendió que aquel era uno de esos muchos días que no podrían llegar a la escuelita, y decidió dar media vuelta. Pero mientras regresaban, escucharon como un árbol les llamaba.
«¡¡Niña, niña!! ¿Por qué regresáis?» le preguntó el árbol. «La lluvia es demasiado fuerte y no podremos llegar a la escuela» contestó Nina. «Y ¿por qué no cruzáis el río? El camino es mucho más corto» les aconsejó. «La corriente es demasiado fuerte y muy peligrosa». Entonces el árbol dijo: «¿Has pensado en utilizar mi madera para construir un puente?».
Nina nunca había visto un puente, pero había escuchado alguna vez a la maestra hablar de ello. Así que decidida, fue a hablar con el carpintero del pueblo. Éste le dijo que construir un puente no era nada sencillo y que igual sería mucho más fácil construir una barca. Entonces recordó el lema que siempre repetía su abuelo: ‘la unión hace la fuerza’.
Así que se decidió a hablar con toda la gente del pueblo, y entre todos y todas consiguieron construir una barca que les ayudase a cruzar el río. Desde ese día, Nina y los demás niños y niñas del pueblo ya no necesitaban dos horas para ir a la escuela.
¿Es la barca una solución duradera para cruzar el río Saychuma?
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El sueño de Manuel
El tiempo había pasado y Manuel con 10 años era un chico alto y, aunque era muy flaco, tenía mucha fuerza. Le encantaba la música y, con botes y cajas, sabía hacer sencillos y mágicos instrumentos de percusión con los que llevaba el ritmo. Imitaba las voces y sonidos de animales con gran precisión. Tenía un oído finísimo, un olfato increíble con el que presagiaba la llegada de la lluvia, pero sus ojos miraban y no veían. Manuel era ciego.
Manuel tenía un sueño. Un día se lo contó a sus padres y, tras unos segundos de silencio, su madre, con voz quebrada, le dijo: «Bien, Manuel, es bueno tener sueños». Pero Manuel entendió que, al contar su sueño, ya se había esfumado. Comprendió que un cieguito como él nunca conseguiría cumplir su sueño: participar en los juegos paralímpicos. «¿Imposible?» le dijo Yoel «¡Ni hablar! Yo te ayudaré a conseguirlo».
Para Yoel, su hermano era su alma gemela. Y así, muchos días salían los dos a correr. A la madre de Yoel le parecía imposible que, en un terreno tan irregular, lleno de hoyos y piedras, se pudiera correr sin peligro. Sin embargo, Yoel creía que, si su hermano se entrenaba en un terreno difícil, en el único que tenían, luego, cuando lo hiciera en una pista, volaría como el viento. Por eso, cada vez que salían a correr, se repetía más o menos lo mismo:
«¡Mamá, nos vamos a correr! Bueno, quiero decir, a jugar» se corregía muchas veces Yoel para que su madre no sufriera. «¡¿Qué pasaaa?!» decía Vivi agitando las alas, deseando salir de su encierro. «Tened cuidado, por favor» decía una voz en el interior de la casita de madera. «¡Sí, mamááá!» gritaba Yoel desde la calle.
Y la madre, desde la ventana de la cocina, veía salir corriendo a sus hijos y no podía evitar sonreír al verles tan felices.
¿Por qué es difícil para Manuel entrenar en el Cobre?
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El huracán
Aquel año, durante el verano, hubo días de intenso viento. La gente no lo decía, pero en el fondo muchos tenían miedo. Yoel llegó a ponerse nerviosa e incluso llegó a tener pesadillas. «Tranquila, hija» le decía su madre. «Tu padre está cubriendo el tejado y asegurando las maderas del porche». Y Yoel intentaba estar tranquila, pero le resultaba difícil.
El día que pasó todo, Yoel se fue a la escuela; su madre con Manuel, a la bodega; su padre, a la carpintería y la tía Caridad se sentó, como siempre, en el porche a coser la ropa. Vivi fue la primera en notarlo. «¡¿Qué pasaaaaaaaa?!» gritó alargando la ‘a’ más que de costumbre.
Y nada más decir esto, el cielo se oscureció. La tía levantó la vista de la ropa y en ese momento comenzó a soplar un viento que se fue haciendo más y más fuerte, más y más ruidoso. La ropa salió volando como si se tratara de una cometa y a punto estuvo de derribar la mecedora de la tía que, rápidamente, se levantó y, con dificultad, logró meterse en casa.
Cuando el viento abandonó el poblado para dirigirse a otro lado, la tía abrió la puerta y se asomó. El viento, con sus brazos poderosos, había arrancado árboles y tejados. Había destrozado el porche, su porche. Y de pronto, vio a lo lejos a los suyos: a Yoel, a mamá con Manuel y a papá, que corrían hacia la casa. Todos habían salido ilesos porque la escuela y la bodega eran edificios sólidos, como algunos del Cobre que tenían la suerte de estar construidos con ladrillo y piedra.
Se abrazaron y, al momento, toda la familia comenzó a limpiarlo todo, y a reconstruir el tejado y a fijar las maderas del porche. ¿Cuánto tiempo duraría esta vez en pie? ¿Cuánto tiempo tardarían en vivir otro huracán? Por suerte este no había sido tan agresivo como el anterior.
¿Por qué la casa de Yoel no estaba construida con materiales sólidos?
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Las semillas del arcoiris
Era una mañana fría y tranquila de sábado, no había escuela, y los niños y niñas del pueblo dormían en sus camas. Sin embargo, Nina debía madrugar para ayudar a su padre con el cultivo. Se puso sus botas de trabajo y salió de la habitación. Algo le llamó la atención, su padre aún estaba en la cama. Algo no iba bien. Él siempre era el primero en levantarse.
Entró en su habitación y le preguntó: «¿qué te pasa papá? ¿te encuentras bien?». Él respondió: «este año la tierra no está buena. La yuca no ha crecido». Su padre llevaba cinco años plantando yuca, la conocía perfectamente y siempre la había cuidado con productos naturales. A esas alturas de la temporada, la planta debería tener ya unas grandes hojas en forma de espada.
Nina salió de la casa. Había estado lloviendo toda la noche y asomaban los primeros rayos de sol, y con ellos un gran arcoiris. Cuando llegó vio lo que su padre ya le había adelantado, ni rastro de la yuca. Se agachó y se puso a llorar. La yuca era el sustento de toda la familia, y si ese año no había cultivo, difícilmente podrían pasar el invierno.
En ese momento notó un escalofrío, levantó la cabeza y vio cómo el arco iris le hablaba: «No llores niña, la tierra no está mala, simplemente necesita un descanso, como los humanos. Mira, coge estas semillas de sorgo, y plántalas donde está la yuca».
Nina corrió a contarle a su padre lo sucedido, y entre los dos sembraron todas las semillas.
Cuando pasaron tres meses, el sorgo ya estaba maduro y toda la familia pudo cosechar el cereal. De esa manera todos aprendieron a cambiar la siembra año tras año.
¿Por qué no crecía la yuca en el huerto del papá de Nina?
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Cuando las tormentas dan miedo
Ese día, Izamal se despertó muy contenta. Era el cumpleaños de la abuela y ella había tenido la idea de hacerle algo muy especial. Al fin y al cabo, ochenta años no se cumplen todos los días.
En el salón, su padre colgaba un cuadro que había pintado sobre su ciudad. Su madre lo decoraba todo con hermosos huipiles tejidos a mano y sus hermanos ayudaban en la medida en que podían. Todos estaban emocionados por ver la cara de la abuela cuando lo viera todo. «Mamá, ¿tú crees que la abuela se sentirá como en San Marcos?».
San Marcos era una ciudad de Guatemala que estaba un poco lejos de San Juan. Allí vivía toda la familia de Izamal hacía apenas cinco meses, antes de que un terrible tornado lo arrasara todo. Era un lugar precioso, con enormes fincas de café y muchos amigos y amigas con los que jugar. Como a la abuela de Izamal le había dado mucha pena marcharse, Izamal quería recrear San Marcos en su casa.
Cuando oyeron que la abuela se levantaba, todos se escondieron debajo de la mesa. Al acercarse la protagonista, todos gritaron «¡sorpresa!» y cantaron el cumpleaños feliz en mam, el idioma de San Marcos. Ella no podía creer lo que veía. ¡Si toda la casa parecía la pequeña ciudad de San Marcos! Y hasta los hermanos de Izamal iban vestidos con el traje típico de San Marcos de color rojo con rayas amarillas y blancas.
Pero, de pronto, se oyó un ruido muy fuerte que parecía venir del cielo. «Otra vez no» pensaron todos. Y es que a ninguno se le habían borrado de la cabeza los días en que esos ruidos fuertes significaban huir.
¿Por qué estaban todos tan asustados cuando sonó el trueno?
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La varita mágica de Izamal
Era un día muy soleado, pero el padre de Izamal, Juan José, parecía preocupado. Se estaba preparando para ir otro día más a pescar, y esperaba que tuviera más suerte que la semana pasada, en la que no pescó nada.
Como a Izamal le encantaba la naturaleza, fue a ver cómo pescaba su padre. Ella pensaba mirarle desde la orilla, pero la barquita de madera de su papá se le acercó: «Sube hija, que te enseñaré qué hace papá durante el día».
Izamal no se podía creer que estuviera en esa barquita. Cuando vio los grandes volcanes que hay cerca del lago, pensó que tenía mucha suerte, que se podría acostumbrar a ese nuevo pueblecito de casas de colores y a ese gran lago. El asombro creció cuando vio un pececillo a muy poca distancia de la barca donde iba. Se acercó un poco más para verlo mejor, pero se dio cuenta de que ese pececillo no se movía y brillaba mucho. Sin pensarlo dos veces, metió su mano en el agua y descubrió que aquello brillaba tanto porque era una bolsa de plástico que alguien había tirado allí.
Su padre le explicó que últimamente se encontraba muchos objetos en el lago y que, por esa razón, los peces y los seres vivos que viven en el agua no pueden sobrevivir. Izamal se puso muy triste porque su padre tampoco podría pescar nada si no había peces. Como Izamal tenía siempre muy buenas ideas, pensó y pensó, y al final logró construir una varita de materiales que recogía del agua del lago: «Mira papá, con esta varita mágica lograré dejar limpia el agua y así habrá peces y muchas especies submarinas. ¿Me dejas que te acompañe mañana a pescar y así la ponemos en práctica?».
Juan José, emocionado, fue a la mañana siguiente con su hija Izamal a pescar. Para su sorpresa, la varita hacía que todos los objetos que habían tirado al mar desaparecieran. Gracias a eso, él pudo regresar todos los días a casa con las redes llenas.
¿Qué hubiera ocurrido con las especies del lago Atitlán si Izamal no tuviera la varita?
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Las lágrimas del Chiwanqho
Desde que la fábrica había abierto hacía ya cuatro meses, no dejaba de escucharse aquel ruido atronador a todas horas en el pueblo. Nina no sabía muy bien qué estaba ocurriendo, pero la gente del pueblo parecía contenta, ya que según escuchaba en la puerta de la escuela, había dado mucho trabajo a la gente.
Una tarde, mientras Nina estaba con sus hermanos, oyó que su madre la llamaba: «Nina, Nina, hija, debes ir a la fábrica de tu tío a llevarle unas semillas». Esa idea le gustaba, ya que aún no había tenido la oportunidad de ir a la fábrica y ver qué se hacía allí.
Su madre le preparó las semillas en una bolsa, las agarró y se puso camino de la fábrica. Cuando llegó, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. La fábrica se había construido en medio de un gran bosque, con árboles muy altos, de los cuales no quedaba casi ninguno. Ahora en su lugar había grandes máquinas, con unas grandes cuchillas en sus puntas, que parecían poder cortar todo aquello que se propusiesen.
En medio de toda esa desolación, Nina encontró un pájaro. Era un Chiwanqho, ave quechua que dicen que cuando llora llama a la lluvia. «¿Qué te pasa?» le preguntó Nina. «Los humanos han cortado todos los árboles, y ya no tenemos sitio para construir nuestros nidos» contestó el Chiwanqho.
Entonces a Nina se le ocurrió una idea. Agarró la bolsa de semillas que le había dado su madre, y las lanzó al aire donde antes había árboles. Una vez hecho esto, le dijo al Chiwanqho: «Ahora es tu turno. ¡Debes llorar!». En ese mismo momento el ave se puso a llorar y el cielo se cubrió de nubes grises que enseguida empezaron a arrojar toda el agua que llevaban, y de las semillas empezaron a brotar nuevos árboles.
¿Por qué Nina le pide al Chiwanqho que llore?
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Llegan las marionetas a San Juan
Diego era un niño de once años. Era vecino de Izamal y sus hermanos. Su padre también era pescador y hacía un tiempo que no le veía mucho en casa. Su madre era muy cariñosa, y le gustaba tejer grandes piezas de colores con la madre de su amiga Izamal.
Diego iba todas las tardes a jugar con Izamal y sus hermanos al balón, pero hacía muchas tardes que en la casita amarilla nadie le veía. «¿Dónde estará Diego?» se preguntaban. Pero nadie en el pueblo sabía dónde estaba.
Izamal inició la búsqueda de su amigo. Organizó a sus hermanos, amigos y amigas en grupos para que cada grupo investigara por una parte del pueblo. Todos se pusieron en marcha y buscaban pistas por el barro como si fueran Sherlock Holmes. Al terminar la mañana, Izamal le vio con un grupo de chicos mayores y con cara de pocos amigos. Estaban en un lugar apartado y no parecían jugar al balón, sino que tenían navajas en los bolsillos. Izamal sintió miedo y volvió a casa a pensar una solución.
Corriendo, fue a casa a pedirle a su madre que tejiera seis muñecos con sus preciosos hilos de colores. También avisó a todos los que habían buscado pistas para encontrar a Diego. Tenía un plan y necesitaba su ayuda.
Al cabo de dos días, estaba todo organizado: el escenario, los actores y las marionetas. Solamente faltaba Diego. Cuando Izamal le vio acercarse, con sus nuevos amigos, Diego no sabía qué hacer: si disfrutar como un niño o fingir que le divertían las navajas y la violencia.
Gracias a la simpatía de Izamal, Diego se sentó a ver el espectáculo. ¡Pero si era su cuento preferido! Se dio cuenta de que nadie en su nuevo grupo haría nunca algo así por él.
¿Quiénes eran los nuevos amigos de Diego?
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¿Te sumas al viaje de Las Aliadas?
Un día, Izamal se despertó en mitad de la noche muy angustiada. Soñaba que una niña que vivía en un país de palmeras infinitas tenía un amigo que necesitaba ayuda. En ese momento, y a muchos kilómetros de distancia, a Akissi se le cayó el cubo de agua que llevaba en la cabeza: ¡había visto, en un espejismo, a una niña que estaba atrapada en un lago lleno de redes de plástico! Nina y Yoel también percibieron cada una cómo las otras se encontraban en apuros.
Las cuatro niñas no sabían qué hacer. ¿Qué significaban esas visiones? ¿Quiénes eran esas niñas? ¿Cómo se les podía ayudar? ¿Significaba esto que se avecinaba un peligro?
Nina salió de su casa corriendo y llamó a todos los amigos que tenía, pensando que ellos estaban en comunicación constante con el mundo y que sabrían qué hacer: «¡Tierra, sol, río, chiwanqho! Venid ¡necesitamos ayudar a unas niñas!».
Izamal, Yoel y Akissi también vieron todo lo que estaba ocurriendo muy lejos de sus casas: la tierra que no daba yuca, la mamá que no tenía un lugar seguro donde vender su pan, los niños que jugaban sin balón… y preguntaban a sus amigos y amigas: «¿Cómo solucionar los problemas de tantas personas que no conocemos?».
Diego mencionó: «Bueno, si hay una niña que no puede salir del lago y está atrapada en unas redes de plástico, es porque alguien las ha puesto ahí». «Cierto» respondió Izamal «por muchos plásticos que saquemos del lago, al día siguiente siempre habrá más, ya que la gente sigue tirándolos».
La madre de Nina dijo «si el amigo de la niña del país de las palmeras ha ido al hospital por haber bebido agua, otros muchos niños y niñas también pueden enfermar…». «¡Claro!» pensó la tía Caridad «no vale con dar soluciones inmediatas cuando algo va mal. Lo que tenéis que hacer es prevenir». «De esa manera podremos evitar que la gente tenga estos problemas tan complicados de resolver», pensaron las cuatro niñas a la vez.
Pero, ¿cómo es posible hacer esto? En todo el mundo hay gente que vive insegura, que pasa hambre, que padece enfermedades y que no sabe cómo salir de su situación.
Akissi pensó que, por muy bien que hubiese organizado a la gente del hospital, el doctor seguía sin tener ayuda y que, por mucha agua que hubiese recogido del cielo, en Costa de Marfil y en otros lugares del mundo seguía habiendo sed. Nina pensó que por mucha yuca que produjese su huerto ahora, en casa de Yoel seguían sin tener suficientes ingredientes para la tarta de cumpleaños. Izamal soñó con una Guatemala sin violencia pero se dio cuenta de que en el mundo seguía habiendo guerras.
Todas vieron que, aunque resolvieran los problemas que tenían cerca, en otros lugares del planeta también necesitaban su ayuda. Así que se pusieron manos a la obra: Akissi envió a Manuel caminos de tierra roja infinitos para que pudiese entrenar como un profesional, para lo cual Nina tuvo que hablar con la tierra y pedirle que ayudase a su amiga Akissi. Izamal compartió con Yoel todos los libros que tenía guardados en casa para que en la nueva guardería de El Cobre los pequeños pudieran aprender.
Inicio del viaje
Muchas gracias por acompañarnos. Esperamos que hayas disfrutando recorriendo estos cuatro países y descubriendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la mano de Akissi, Yoel, Izamal y Nina. Pero es ahora cuando, realmente, comienza tu viaje.
¿Qué puedes hacer tú para lograr un mundo mejor de aquí a 2030?